Estoy al otro lado de la alambrada, lo sé. Me gusta mirar desde dentro sabiendo que suelo estar fuera.
Este veintinueve de agosto, he recorrido un bosque de recuerdos por caminos que ya hube andado hace más de veinte años. Los árboles abandonados conforman una arboleda algo siniestra y desigual, como en los recuerdos.
Otros años, hace varias décadas, el sol era abrasador a las cinco, igual que esta tarde. Es un día de verano extraño porque yo misma me siento extraña. Había tenido por la noche sueños extraños y el aire, cálido, corre extraño.
Estoy llena de incertidumbres.
Estoy llena de incertidumbres.
He visualizado, con los ojos húmedos, escenas pasadas que casi puedo tocar. Me veo a mi misma, a mis hermanos, a mis padres, a todos los convocados tantos veintinueve de agosto, años atras.
Está todo tan lleno y tan vacío, repleto de interrogantes, de dudas que asaltan cuando entras en un espacio que es casi como otra dimensión.
Yo ya no soy la misma que hubiera imaginado... ni siquiera hace un año.
He recorrido un largo camino, he andado por sendas tan inimaginables y, al fin, estoy en el mismo sitio.
El calor es aplastante, el aire caliente reseca mis pulmones pero no mis ojos. He mirado a lo lejos, al horizonte y he mirado dentro. Sigo caminando, recorriendo los recuerdos y el futuro que será.
Me he alegrado de entrar en esta escena de mis recuerdos rodeada de quienes lo viven como yo, mis hermanos. Hubiera querido compartirlo con más seres queridos.
Me hubiera quedado hasta el anochecer y hubiera mirado las estrellas en busca de preguntas, en todo caso... porque respuestas no hay por el momento.
Me hubiera quedado hasta el anochecer y hubiera mirado las estrellas en busca de preguntas, en todo caso... porque respuestas no hay por el momento.
Entre mis recuerdos.