Pasaba diariamente por la calle Cerería y veía en el escaparate del pequeñísimo local de Calzados García, aquellas "chanclas" de madera que se empezaron a llevar en los 70. Sujetas con una hebilla al pie y con suela "anatómica" de madera, me parecían extraordinariamente novedosas.
Imaginaba que podría sentirme muy mayor con esos tres complementos.
Estar más guapa y limpiar era propio de una mujer que empieza a ser adulta. Supongo que eso pensaba yo.
Ese invierno había conseguido que los Reyes me trajeran la muñeca Dolly que tenía una ranura en la espalda para introducir unos pequeños discos que proporcionaban voz a la muñeca.
Empecé a confiar en que los deseos se cumplen y el abuelo me compró las chanclas, el cubo y la fregona; y las gafas.
También me gustaban algunas cosas de chicos pero no me atrevía a decirlo. Me quedé con las ganas de un futbolín y un Scalextrix.
Más adelante fui alcanzando grandes objetivos: una cocina con quemadores que se iluminaban y figuraban la llama; baterías de cocina, vajillas con tazas de café, vestidos y discos para Dolly, uñas postizas rojas y hasta un órgano con teclado de tres escalas, entre otros.
Era aún una niña y empecé a creer en que los deseos se cumplen. Solo hay que saber qué es lo que queremos desear.
Era aún una niña y empecé a creer en que los deseos se cumplen. Solo hay que saber qué es lo que queremos desear.
3 comentarios:
Qué recuerdos. Era fácil que se cumplieran los deseos.
M.J.
A veces es complicado saber qué deseamos realmente. Yo pienso que en eso consiste la felicidad. En saber qué queremos... de verdad.
Gracias, M.J.
Los deseos puede que sí se cumplan. Hay que estar atentos.
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