Avila

Avila
Meseta Castellana
BIENVENIDO

31/7/08

Ruta alternativa





Encontré esta curiosa imagen en las inmediaciones de Haslemere.
Bajé del coche y me dispuse a grabar este momento.

¿Quién no ha sentido alguna vez en su cabeza algo parecido?

Recomiendo no seguir la indicación en ningún caso: el atasco podría ser monumental. :-))

26/7/08

Canelo ha regresado feliz de su paseo. Sus ojos dulces me miran agradecidos. Su lengua soma el cansancio de las carreras por el bosque. Estamos sentados, los dos, frente a una mar calma; la brisa de la tarde nos acaricia. Es el momento de pensar con amor en aquellos que están lejos.

Mar

saludos de Canelo y Marga

A mi perro
le ha mordido la cola
un rayo rabioso.

Su ladrido asustado
se ha fundido en un grito
con la voz de los truenos.

El mar y el cielo
se han hecho uno.

Bajo mi cama 
asoma un hocico nervioso
buscando cobijo en mi zapatilla.

Otra voz celeste y grave
retumba en los cristales,
hocico y pata reculan de un salto.

Canelo tiembla como una hoja
enroscado bajo el manto protector
de mi colchón.

Mar

15/7/08

UN REGALO

" Si yo pudiera dejarles algún regalo,
dejaría acceso al sentimiento
de amar la vida de los seres humanos.

La conciencia de aprender todo lo que fue enseñado por los tiempos idos...

Para recordar los errores que fueron cometidos y que no se repetirán jamás.

La capacidad de escoger nuevos rumbos.

Les dejaría, si pudiera, el respeto por aquello que es indispensable:

Además del pan, el trabajo.

Además del trabajo, la acción.

Y si todo faltara, un secreto:

El de buscar en el interior de si mismo la respuesta y la fuerza para encontrar la salida... "

Mahatma Gandhi




13/7/08

TE LO TENGO QUE CONTAR

POR UN ERROR LO PUBLIQUE EN COMENTARIOS

México, Diciembre del 2006

Te lo tengo que contar.

La madrugada estaba llena de noche y el frío hacía que soltar las cobijas fuera difícil. El despertador sonaba y sonaba, era imposible cubrirlo con las sabanas, o con la noche, o olvidarlo; o simplemente tirarlo, era un tirano despiadado. Por eso en medio de la oscuridad y a tientas logré encontrarlo y finalmente lo pude apagar. Reino el silencio.

A las ocho de la mañana de ése día. En el hospital que funda el “Conde de Valencia” por los años lejanos de la conquista; más allá o más acá. Me encontraría con el Doctor Federico Graue Wiechers, para operarme el ojo derecho, cuya retina estaba cubierta con un velo que me mantenía semi tuerto, pero que no me impedía manejar mi coche y llevar una vida a mitades; eso sí con la terrible de que si no me operaba podía con el tiempo hasta perder ese ojo.

En realidad no fue difícil llegar a la decisión de la operación, porque lo pude lograr gracias a que en todo ese tiempo me comporté como si el que se necesitará operar no fuero yo, sino alguien cercano a quien ayudaría a decidir fecha y lugar.

El claxon del vehículo de mi hijo Armando rompió el silencio de esa madrugada, ni los pájaros en sus nidos se habían despertado. Carmen, mi esposa, y yo salimos para emprender con él la partida rumbo al centro de la ciudad; y ahí muy cerca de la churrería “El Moro” donde un chocolate caliente con dos ordenes de churros hubieran sido un buen pretexto hasta para la levantada. Cercano a esté lugar se encuentra el hospital. Eran las ocho de la mañana en punto, cuando el doctor llegó a saludarnos y pedirme me pusiera la batita clásica; la que se pone al revés y deja toda la retaguardia al descubierto, al poco rato llegó una enfermera con la camilla para transportarme al quirófano. Me volvieron a hacer otra serie de preguntas y después de vendarme los pies hasta la rodilla salimos a recorrer los pasillos y mediante un elevador llegar al área de quirófanos. Durante ese trayecto mi estado de ánimo era de tranquilidad y confianza porque muy en secreto cuando me estaba cambiando, pedí a Jesús y a San Antonio de Pápua, me ayudarán y que en lo posible me acompañarán en ese trago que no deja de ser amargo.

Llegado a un punto la enfermera me pidió que cambiara de camilla y me acomodara en otra que ya estaba dispuesta para recorrer un largo pasillo que poco a poco te lleva a la zona de rehabilitación y más adelante a los quirófanos.

Ya acostado en la nueva camilla iniciamos la marcha, en está ocasión conducido por el anestesiólogo. Pero cual sería mi sorpresa que al voltear mi cabeza a la derecha y con mi ojo bueno apoyado por el otro, pude percibir que nos seguía pegado a la camilla una emanación de color gris impalpable en forma de columna, perfectamente distinguible; admirado pero a la vez preocupado por no saber que era esa visión, cambié mi vista hacia el techo y pude ver como pasaban las lámparas que iluminaban el pasillo. Inmediatamente volví a fijar mi vista en la emanación que junto a mí seguía, y pude entonces ver con claridad cómo estaba formada, en su parte media, se componía de pliegues que caían formando un manto que en tonos grises y más obscuros se dibujaban hasta llegar al negro, cómo un dibujo al carbón; y definían mantos que manifiestamente se distinguían. Interesado seguí viendo esa maravillosa figura y al dirigir mí vista hacia la parte superior pude distinguir claramente un rostro que cubierto con un manto dejaba ver parte de la cara y de la cual se distinguía notoriamente una barba muy poblada y un agradable perfil masculino que tranquilo me miraba. Asomaban también algunos cabellos ondulados que con el movimiento se meneaban. El rostro aquel me miraba y me seguía muy junto a la camilla, podía haberlo tocado pero no lo intente. Lo miré de nuevo fijamente y reconocí el rostro de Jesús, pero no el que se retrata en las pinturas o en las esculturas religiosas sino: un Jesús, como más real, más auténtico. Le di las gracias por su compañía, y entré tranquilo y confiado a mi operación. Debo señalar que hasta ese momento no me habían dado calmantes, ni ninguna medicina que pudiera pensarse que mi visión era producto de una mente drogada.

Cuando lo relato, que es lo mínimo que pudiera hacer ante tal suceso, vuelvo a sentir la emoción de aquel encuentro y quisiera atrapar en mi memoria con más firmeza las escenas vividas, los momentos; cada instante, para que no se pierdan con el ruido de la vida.

Yo no soy muy religioso y la verdad las oraciones se me han olvidado; salvo el “Padre Nuestro”. Por otro lado con esté hecho surgen en mi muchas preguntas, muchas emociones que quedan atrapadas después de esté acontecimiento tan maravilloso. Yo creo que seguramente iré encontrando las respuestas en el transcurso mi vida, pero si no fuera así, si no hubiera respuestas, esté hecho en sí es suficiente para sentir que valió la pena vivir.

Por otro lado la operación en sí es muy impresionante y va de acuerdo con nuestros tiempos y con la tecnología moderna. Si bien el éxito de la intervención se debe también a la destreza, técnica, experiencia y conocimiento del cirujano. Jesús seguramente quiso presentarse, pienso, para enviarme un mensaje de amor, de entrega, de protección, un –Sí me pediste que te acompañará, aquí estoy -.

La presencia de Jesús en acentos grises, cómo quien pinta un dibujo al carbón, con esos grises remarcados con diferentes tonos hasta llegar al negro, creo se debió a que si se hubiera hecho presente con toda su luz no hubiera resistido verlo.

Y aquí empezó una larga historia de operaciones que seguramente me están diciendo algo, de lo que hasta el momento no he podido entender, no siento un drama el calvario que he tenido que seguir; simplemente es un experiencia más de vida.

En otra ocasión les contaré otra experiencia vivida con San Antonio y que los médicos que me atendieron lo consideraron cómo un milagro. Insisto, no soy religioso y en un largo tiempo de mi vida hasta me consideré agnóstico.

11/7/08

UNA APORTACION MÁS AL TEMA DEL RECAMBIO


Una crónica genial del escritor oriental (uruguayo) Eduardo Galeano

Para los de más de 50.

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los críos. Los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.
Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales). ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores.
¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra.. Lo más probable es que lo de ahora está bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades. ¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!
¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos! Es que vengo de un tiempo en que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.¡Nos están fastidiando! ¡¡Yo los descubrí. Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica. ¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros? Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura.
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto:
¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!!
¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de ........... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon. La goma solo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan.
Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo' pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'. Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo).
Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo? ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se consiguieron? En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos... ¡¡Como guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡Guardábamos las chapitas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro.
Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos! Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa.
Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver!! ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne! Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'este es un 4 de bastos'.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney. Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella. Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. Ah ¡No lo voy a hacer! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour. Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que mi vieja me gane de mano y sea yo el entregado.

Eduardo Galeano

10/7/08

UNA TARDE CUALQUIERA

La abuela Julia y la tía Pilar tejían labores junto a la ventana, en una mesa redonda que albergaba un pequeño brasero y se cubría con faldillas estampadas.
Por la tarde, la tía sacaba del monedero las notas de la compra escritas en papel gris de envolver la fruta. ¡Aquel si que era papel reciclado!, pero entonces lo ignorábamos.
Había muchas más cosas que eran recicladas: como la ropa heredada —milagrosamente transformada—, las bicicletas —fabricadas con piezas de otras— y todo lo que la imaginación y la falta de recursos permitiese...
La abuela abría el “dietario” por el principio, pasaba muy despacio una a una todas las hojas y paraba en la página del día. En ese momento, ajustaba con precisión las bifocales y comenzaba a caligrafiar, al dictado de tía Pilar, la lista de gastos. Mientras que la tía, que era quien hacía a diario las compras, esparcía las monedas encima de la mesa, y ambas hacían recuento y clasificación para cuadrar el saldo (...)
.

7/7/08

HISTORIA


Esmé[Cuento. Texto completo]
Saki
-Todas las historias de caza son iguales -dijo Clovis-, igual que todas las de carreras de caballos y todas las de...
-La mía no se parece para nada a ninguna que hayas escuchado -dijo la baronesa-. Sucedió hace bastante tiempo, cuando yo tenía unos veintitrés años. En ese entonces no vivía separada de mi esposo: ninguno de los dos podía darse el lujo de pasarle una pensión al otro. Digan lo que digan los refranes, la pobreza mantiene unidos más hogares de los que desbarata. Lo que sí hacíamos era salir de caza con jaurías distintas. Pero nada de esto tiene que ver con mi historia.
-Todavía no llegamos al encuentro antes de la partida. Supongo que hubo uno -dijo Clovis.
-Claro que sí -dijo la baronesa-. Estaban todos los de siempre, especialmente Constance Broddle. Constance era una de esas muchachotas rubicundas que cuadran tan bonito con los paisajes otoñales y los adornos navideños de la iglesia.
"-Tengo el presentimiento de que algo terrible va a pasar -me dijo-. ¿Estoy pálida?
"Lo estaba, casi tanto como una remolacha que acaba de recibir malas noticias.
"-Te ves mejor que de costumbre -le dije-; pero en el caso tuyo eso es tan fácil...
"Antes de que captara el correcto sentido de este comentario ya habíamos ido al grano. Los perros acababan de levantar una zorra que andaba agazapada en unos matorrales."
-Ya lo sabía -dijo Clovis-. En todas las historias de cacería de zorras siempre hay una zorra y unos matorrales.
-Constance y yo íbamos bien montadas -prosiguió con calma la baronesa-, así que no nos costó nada arrancar adelante, aunque la carrera era bastante dura. Sin embargo, en el último trecho tal vez seguimos una línea demasiado independiente, porque se nos perdió la pista de los perros y acabamos vagando a paso de tortuga por ahí, lejos de todas partes. La cosa era bastante exasperante y el genio se me iba agriando poco a poco, cuando, después de dar por fin con un amable seto que nos dejó pasar, nos alegramos de ver unos perros que corrían ladrando por la hondonada que había justo abajo.
"-¡Allá van! -gritó Constance; y enseguida agregó, boquiabierta-: ¡En nombre de Dios! ¿A qué le están ladrando?
"No era una zorra cualquiera, de eso no había duda. Tenía el doble o más de altura, una cabeza chata y fea y un cuello enormemente grueso.
"-¡Es una hiena! -exclamé yo-; seguro se escapó del parque del señor Pabham."
-En ese instante la bestia acorralada se volvió para enfrentarse con sus perseguidores; y los perros, que no pasaban de una docena, la rodearon en semicírculo y pusieron cara de estúpidos. Era evidente que se habían separado del resto para seguir aquel rastro anómalo, y no estaban muy seguros de cómo tratar la presa ahora que la tenían asediada.
"La hiena saludó nuestra llegada con claras efusiones de alivio y amistad. A lo mejor estaba acostumbrada a una bondad pareja por parte de los hombres, mientras que su primera experiencia con una jauría le había dejado un mal sabor. Los perros parecieron turbarse más que nunca cuando la presa hizo alarde de su instantánea amistad con nosotras, y aprovecharon el débil toque de un cuerno en la distancia a manera de excusa bienvenida para partir con discreción. Constance, la hiena y yo quedamos solas a la luz del crepúsculo.
"-¿Ahora qué vamos a hacer? -preguntó Constance.
"-¡Qué preguntona eres! -dije.
"-Bueno, no podemos quedarnos toda la noche aquí con una hiena -replicó.
"-Ignoro qué entiendes tú por comodidad -le dije-, pero a mí no se me ocurriría pasar aquí toda la noche, así no hubiera hiena. El mío puede ser un hogar desdichado, pero al menos tiene instalación de agua fría y caliente, servicio doméstico y otras conveniencias que aquí no vamos a encontrar. Mejor vamos hasta esos árboles que hay a la derecha; me figuro que el camino de Crowley queda ahí detrás."
-Trotamos despacio por una trocha en la que había vestigios de huellas de carreta, con la bestia pisándonos dichosa los talones.
"-¿Qué diantres vamos a hacer con la hiena? -fue la pregunta inevitable.
"-¿Qué se hace por lo general con una hiena? -pregunté yo, irritada.
"-Jamás tuve nada que ver con una hiena -dijo Constance.
"-Bueno, pues yo tampoco. Si tan siquiera supiéramos su sexo, podríamos bautizarla. Tal vez podamos llamarla Esmé. Es un nombre que sirve en ambos casos.
"La luz todavía alcanzaba para distinguir los objetos al borde del camino, y el desánimo se nos curó de golpe cuando nos topamos con un gitanito andrajoso que recogía moras de un zarzal. La repentina aparición de un par de amazonas y una hiena lo hizo salir gritando. De todos modos no habría sido mucha la información geográfica que hubiéramos podido entresacar de aquella fuente; pero existía la posibilidad de encontrar más adelante un campamento de gitanos. Seguimos cabalgando esperanzadas pero sin novedad durante más o menos otra milla.
"-Me pregunto qué hacía el niño allí -dijo Constance al rato.
"-Estaba recogiendo moras. Nada más patente.
"-No me gustó la forma en que gritó -prosiguió Constance-. Es como si el gemido me siguiera sonando en los oídos.
"No reprendí a Constance por esas mórbidas fantasías. A decir verdad, la misma sensación de ser perseguida por un gemido pertinaz y molesto había venido royéndome los nervios, ya de por sí crispados. Por el mero placer de la compañía llamé a Esmé, que se había rezagado un poco. Con dos o tres saltos elásticos nos alcanzó, y luego echó a correr y nos dejó atrás.
"El acompañamiento de gemidos quedó explicado. El gitanito estaba firme, y me figuro que dolorosamente, apresado en sus fauces.
"-¡Por la Divina Providencia! -chilló Constance-. ¿Ahora qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a hacer?"
-Tengo la absoluta certeza de que en el juicio final Constance va a hacer más preguntas que los propios serafines examinadores.
"Por mi parte, hice todo lo que se me vino a la cabeza en aquel momento. Bramé, increpé y supliqué en inglés, en francés y en el idioma de los guardabosques; di fustazos ridículos e inútiles al aire; le arrojé a la bestia mi fiambrera. No sé, de veras, qué más pude haber hecho. Y aun así seguimos avanzando a paso lerdo, a medida que se iba poniendo más oscuro, con la tosca y siniestra figura abriendo marcha y la lúgubre cantinela zumbando en los oídos. De pronto Esmé saltó a un lado y se perdió entre unos arbustos tupidos, fuera de nuestro alcance. El lamento se convirtió en un alarido que se cortó en seco. Acostumbro pasar rápidamente por esta parte de la historia, porque en realidad es bien horrible. Cuando la bestia se nos unió de nuevo, tras una ausencia de pocos minutos, la rodeaba un aura de paciente comprensión, como si supiera que había hecho algo que nosotras censurábamos pero que a ella se le hacía perfectamente disculpable.
"-¿Cómo puedes dejar que esa bestia voraz trote a tu lado? -preguntó Constance, que más que nunca parecía una remolacha albina.
"-En primer lugar, no puedo impedirlo -dije-; y en segundo lugar, por muchas cosas que pueda ser, dudo que ahora mismo sea voraz.
"Constance se estremeció. Y soltó otra de sus preguntas:
"-¿Crees que la pobre criatura sufrió mucho?
"-Todos los indicios apuntan a ese lado -dije-. Por otra parte, claro, a lo mejor lloraba por puro berrinche. Los niños son así algunas veces.
"La oscuridad era casi total cuando dimos de pronto con la carretera. En ese mismo instante el destello de unas luces y el ruido de un motor nos pasaron rozando a una distancia de veras inquietante. Un segundo después fueron seguidos por un golpe seco y un aullido agudo y destemplado. El automóvil se detuvo, y cuando llegué al lugar del accidente encontré a un joven que se inclinaba sobre un oscuro bulto inerte tirado al borde de la carretera.
"-¡Usted mató a mi Esmé! -exclamé amargamente.
"-Lo siento muchísimo -dijo el joven-. Soy criador de perros, así que sé lo que estará sintiendo. Haré lo que pueda por reparar el daño.
"-Entiérrelo ahora mismo, por favor -le dije-. Creo que eso es lo menos que le puedo pedir.
"-Trae la pala, William -le ordenó al conductor.
-Evidentemente, las inhumaciones apresuradas a la vera del camino eran contingencias previstas.
"Tomó bastante tiempo cavar una fosa de suficiente hondura.
"-¡Caramba, qué soberbio ejemplar! -exclamó el automovilista mientras hacían rodar el cadáver en la zanja-. Me temo que haya sido un animal muy valioso.
-Ganó el segundo premio en la categoría de cachorros el año pasado en Birmingham -respondí yo sin vacilar.
"Constance soltó un sonoro resoplido.
"-No llores, querida -le dije con la voz quebrada-. Todo acabó en un santiamén; no puede haber sufrido mucho.
"-Mire -dijo el muchacho, desesperado-: sencillamente tiene que permitirme hacer algo a modo de compensación."
-Me rehusé con suavidad; pero, como insistiera, le di mi dirección.
"Por supuesto, guardamos silencio respecto a los primeros episodios de aquella tarde. El señor Pabham nunca dio aviso de la pérdida de su hiena: un año o dos atrás, cuando un animal estrictamente frugívoro se extravió de su parque, se vio en la obligación de pagar indemnizaciones en once casos de ataques a ovejas y prácticamente tuvo que surtir de nuevo todos los gallineros de la vecindad, de modo que una hiena fugitiva le habría significado un desembolso del tamaño de un subsidio gubernamental. Los gitanos se mostraron igualmente recatados acerca de la desaparición de su vástago; no me figuro que en los grandes campamentos lleven la cuenta exacta de cuántos niños tienen."
La baronesa hizo una pausa para reflexionar, y luego continuó:
-Con todo, la aventura tuvo un corolario. Recibí por correo un lindo brochecito de diamantes con el nombre de Esmé engastado en un ramito de romero. A propósito, perdí de paso la amistad de Constance Broddle. Es que cuando vendí el broche me negué, con justa razón, a compartir con ella la ganancia. Le señalé que la parte del asunto relacionada con Esmé era de mi propia invención, y la de la hiena era cosa del señor Pabham, si de veras se trataba de una hiena, de lo cual, claro, no tengo prueba alguna.
FIN
Otro cuento de CiudadSeva
Dolors

6/7/08

SOLO PARA ROMPER EL SILENCIO

POEMA QUINCE
Pablo Neruda, poema XV del libro
Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada (1923).



Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mí voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara,
simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.


Pablo Neruda,
Oda a la envidia


"...Yo me hundí
en el abismo
de las casas más pobres,
debajo de la cama,
en la cocina,
donde nadie pudiera examinarme,
escribí, escribí sólo
para no morirme..."

Eclesiastès C 1: 17
DE UN TAL SALOMÓN


y procedí a dar mi corazón, a conocer la sabiduría y a conocer la locura, y he llegado a conocer la tontería, que esto también es un esforzarse tras viento”

LEÓN FELIPE

(1884 – 1968)

Yo no sé muchas cosas, es verdad.

Digo tan sólo lo que he visto.

Y he visto:

Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos …

Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos …

Que los huesos del hombre los encierran con cuentos …

Y el miedo de los hombres, ha inventado todos los cuentos.

Yo sé muy pocas cosas, es verdad.

Pero me he dormido con todos los cuentos …

Y sé todos los cuentos.

5/7/08

UNA DE GREGUERIAS

El seis es un nueve cabeza abajo.

La A es un triángulo que de pequeño era un círculo.

Los párpados son las persianas del cuerpo

Las persianas son los párpados de la casa.

El cerebro es el disco duro de las personas.

Los calcetines forman parejas del mismo sexo.

El vapor es el fantasma del agua.

Las dunas son los senos del desierto.

El metro es un gusano que se alimenta de las hormigas que horadan la tierra.

Los manantiales son los son lágrimas que brotan de los ojos de la tierra.

La memoria es la pizarra del alma.

Italia es una bota de agua sin pareja.

Las tijeras son una “X” implacable.

El lápiz es un embutido escolar.

Un escalón es un cuatro en tres dimensiones.

La aguja es un pez que navega en un mar de telas.

El avión cose el cielo con puntadas de algodón.

. Silvia