Avila

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Meseta Castellana
BIENVENIDO

26/6/12

DONDE HABITA LA MEMORIA

Me fascinan los mecanismos que ordenan o desordenan la memoria. 
Estaba intentando recordar, por el mero hecho de hacerlo, y miro al horizonte para ver por dentro. Una nube se cuelga del hilo del olvido y tira de su infinita madeja; dibuja paisajes que ví, con el pincel del ahora. Retoca detalles y reconstruye el pasado. 

Queremos olvidar y, sin embargo, la película empieza de nuevo y pasa lentamente. 
Necesitamos recordar y no encontramos el camino para llegar al sitio donde duermen los recuerdos.
De repente, sin buscarlo, vuelven las imágenes inesperadamente y nos ocupan un instante... que alargamos. 

Luchamos por ser el presente de otros y acabamos, en el mejor de los casos, siendo recuerdo. Luchamos por no ser parte del olvido.  


"Para que no me olvides" de Lorenzo Santamaría.  


Esta canción es indudablemente parte del recuerdo: éxito del año 1976




Sobre los mecanismos de la memoria:


Aprender a recordar y aprender a olvidar son dos tareas que nos llevan toda una vida. 

25/6/12

MI AMIGA INGRID

Ingrid  llamó a la puerta apresuradamente. 

Abrí con rapidez, ante la urgencia de su llamada, y se abrazó fuertemente, inundándome con sus lágrimas y un sofoco desconsolado. 

- No puedo más. No puedo con las mentiras que hacen daño. No puedo entender a los demás. 

La calmé como pude y estuvimos hablando largo rato. 

Ingrid tiene, a mi modo de ver, un trastorno que le imposibilita llevar una vida socialmente despreocupada. Es una persona confiada y honesta hasta donde se le permite. Sí, así es:  hasta donde los demás lo permiten. 

Ella aparenta ser una persona segura y con personalidad pero debe rastrear y observar las miradas y gestos de otras personas para no ser objeto de tremendos destrozos emocionales. 
Ingrid tiene una inteligencia natural importante pero la falta de ese sentido para detectar la ausencia de verdad, o los comentarios de conveniencia,  le provocan sentimientos dolorosos. 

Suele ilusionarse cuando encuentra a una persona que le dice las cosas de verdad, con el corazón, que dice lo que siente y siente lo que dice. 

Pero ¿cómo puede detectar si esta persona falta a la verdad?

Estuve explicándole que debe huir de quienes repiten una y otra vez que son muy sinceros; que observe a las personas que se manifiestan dudosas, que sospeche de los cambios inesperados, que no confíe en las palabras sino en los hechos. Y, sobre todo, que haga caso de su primera impresión. 

Su inteligencia le permite detectar intuitivamente a los sospechosos. El problema es que solemos desoír demasiadas veces las señales que nos dan los otros. A Ingrid le ocurre eso mismo. 

Esto se acaba complicando porque cuando quiere y aprecia a las personas, confía plenamente en ellas y pierde la capacidad de inventar o de envolver las cuestiones cotidianas con omisiones, mentiras piadosas, incluso olvidos controlados,  que la mayoría de las personas saben utilizar. Ingrid quiere que la acepten a ella misma sin ocultarse detrás de una imagen virtuosa. No puedes abrirte de par en par y confiar en que el otro lo asimile. Eso no puede ser. Ya se lo digo yo. Ingrid tiene un encanto y un magnetismo especial. 

La mentira o la verdad "envuelta" o las medias verdades son parte del aprendizaje colectivo, de los tabúes y las formalidades establecidas. 
Además, la inseguridad y la falta de empatía posibilita que se haga daño juzgando a los otros, a los que confían.







"Todas las culturas están repletas de pequeños gestos cotidianos en los que nadie repara: por ejemplo, el olor de lo que se cuece en los fogones, los horarios que rigen nuestras vidas o la edad media a la que nos casamos; el orden legal de los apellidos o que a algunos bebés, en función de su sexo, les pongan pendientes al nacer. Estas costumbres, tan familiares que parecen anodinas, son las que dan forma visible, enraízan y perpetúan cada cultura. Allí arrancan nuestras prioridades y cómo tratamos a los demás.
...

Estos gestos y estos sentimientos están avalados por el entorno. Los defendemos con pasión porque nos definen y nos hacen similares a otras personas, que a su vez nos conceden su protección y su aprobación. Eso nos ayuda a sobrevivir en un mundo confuso y amenazante. Por ello no solemos cuestionarnos las costumbres de la cultura ambiente, aunque barruntemos a veces que sus usos resultan extraños o injustos; tendemos más bien a justificarlos. De hecho, los psicólogos sociales llevan décadas avisándonos de que nuestro cerebro lo pone todo al servicio de nuestras mentiras interesadas: el inconsciente en el que se agazapan los gestos y las emociones de cada día, la memoria que todo lo reescribe, los latiguillos mentales que disimulan la realidad para que encaje en nuestros guiones.
Sin duda uno de los elementos que distinguen a las culturas más creativas es la capacidad de ir limando y limpiando la podredumbre que se acumula entre sus pliegos; de reescribirse, de reinventarse, de soltar lastres.
...

Cultura es sólo el conjunto de nuestros actos y costumbres. Por sí misma, esta palabra no revela si lo que encierra es bueno o es denigrante y abusivo. Cuando ensalzamos y blindamos el concepto de cultura sin reparar en lo que encierra, todos somos cómplices: los unos, cuando pasamos por alto los derechos humanos básicos y el respeto a la vida en nombre de culturas y tradiciones que son meras tapaderas para crear sociedades de víctimas y verdugos. Los otros, porque ya sólo tienen que llegar y asestar el golpe mientras todos miran hacia otro lado, presas de tabúes engañosos, cómplices y viciados."
Elsa Punset.




18/6/12

LOS DESEOS SE CUMPLEN



Pasaba diariamente por la calle Cerería y veía en el escaparate del pequeñísimo local de Calzados García, aquellas "chanclas" de madera que se empezaron a llevar en los 70. Sujetas con una hebilla al pie y con suela "anatómica" de madera, me parecían extraordinariamente novedosas.


Ese verano, deseaba las chanclas, unas gafas de sol y un cubo con fregona de juguete. 

Imaginaba que podría sentirme muy mayor con esos tres complementos. 

Estar más guapa y limpiar era propio de una mujer que empieza a ser adulta. Supongo que eso pensaba yo. 



Ese invierno había conseguido que los Reyes me trajeran la muñeca Dolly que tenía una ranura en la espalda para introducir unos pequeños discos que proporcionaban voz a la muñeca. 

Empecé a confiar en que los deseos se cumplen y el abuelo me compró las chanclas, el cubo y la fregona; y las gafas.






También me gustaban algunas  cosas de chicos pero no me atrevía a decirlo. Me quedé con las ganas de un futbolín y un Scalextrix. 

Más adelante fui alcanzando grandes objetivos: una cocina con quemadores que se iluminaban y figuraban la llama; baterías de cocina, vajillas con tazas de café, vestidos y discos para Dolly, uñas postizas rojas  y hasta un órgano con teclado de tres escalas, entre otros. 


Era aún una niña y empecé a creer en que los deseos se cumplen. Solo hay que saber qué es lo que queremos desear.

13/6/12

MUSICA PARA MI BANDA SONORA (I)

Una delicada composición, cálida y suave. Al estilo Damien Rice. 
Los hermanos australianos Angus&Julia Stone:




Un conocido tema del irlandés, Damien Rice (Banda sonora de Closer). Recuerdos de la obra de teatro y de la película Closer y más recuerdos... Me quedo con la obra de teatro y con la música.



Sun comes up de John Legend o John Stephens. Estupendas esa voz y esa guitarra sincopada(s)...





Y Homebird de Foy Vance. Me gusta especialmente.
Una preciosa melodía influenciada por el espíritu sureño, con una bonita letra. 






10/6/12

AQUELLOS MARAVILLOSOS 70

La tarde del 16 de abril del 73, la tía Luisa nos dijo que Nino Bravo había fallecido. Yo tenía 9 años pero lo recuerdo muy bien. Nino Bravo me gustaba. Me gustaba su voz, su música y su porte. Me gusta Nino Bravo.


Nino Bravo

Estábamos en el inmenso cuarto de baño. Ella cepillaba mi melena para hacerme una coleta. Después, con un cepillito impregnado en una especie de fijador líquido, repasaba el nacimiento del pelo.
Mi hermana y yo solíamos pasar la Semana Santa con la tía abuela Luisa y el primo Jorge, que tenía unos diez años más que yo. Me gustaba estar por temporadas en aquel piso de la Calle Delicias en pleno Madrid. 

La tía era redondita y achatada por los polos, al menos eso pensaba yo. Rechoncha y de poca estatura peinaba su blanco pelo con un moño italiano como la bisabuela Rosa. Siempre olía bien y llevaba los labios y uñas perfectamente pintados.

Después de saludar a la portera,  subíamos los cuatro pisos de un edificio antiguo, de esos con escaleras anchas e irregulares, con barandillas torneadas y puertas de mirillas enormes.
Al entrar en la casa, recuerdo la oscuridad, el olor a naftalina y al perfume de la tía. Un pasillo distribuía, desde su comienzo,  la cocina y el baño, todo a la izquierda y en el fondo el comedor que a su vez daba paso a otro pasillo. Las baldosas del suelo, que se movían a nuestro paso, sonaban describiendo el recorrido.
A la izquierda, un cuarto de estar y al final, la habitación principal, donde dormían la tía y el primo. Tenía un balcón desde el que se podía ver el denso tráfico y enfrente el Hotel Carlton. 
La tía Luisa quedó viuda bastante joven, con dos hijos. El mayor, el primo Ricardo al que pude conocer, también falleció en la flor de la vida, siendo yo muy pequeña. 
Con ella la vida madrileña era muy distinta a la vida habitual que yo llevaba. Allí no había televisión, se escuchaba la radio, se leía el periódico y por las tardes se iba al cine, casi a diario,  a ver los ferrocarriles en Atocha o a hacer un recorrido en autobús urbano. Alguna vez, el primo nos llevaba a ver cómo despegaban los aviones en Barajas o visitábamos los souvenirs de El Corte Inglés. Siempre solía haber figuras pequeñas, miniaturas de cualquier cosa, y que a él le encantaban. 
Por las mañanas bajábamos al mercado donde comprábamos mortadela italiana y ajetes tiernos, que la tía nos preparaba para cenar.


Al volver de la compra nos tomábamos un aperitivo y planeábamos el día. La tía untaba algo de pan con mantequilla que permanecía en un pequeño recipiente, sumergida en agua, lista para untar y sin amarillear. Me parecía un buen invento. 
Los primeros días visitábamos a los vecinos. La tía nos enseñaba orgullosa a todo el vecindario, a la portera, a los periquitos de la vecina de abajo y nos contaba historias que habían sucedido en nuestra ausencia. 

La tía Luisa lavaba la ropa en la bañera con detergente Punto en pastillas y  subíamos a la azotea a tenderla. Entonces, allí arriba, divisaba enorme la imagen del Carlton; casi podía tocarlo.
Recuerdo imaginar que alguna vez me hospedaría allí, cuando fuera mayor. Me pondría unas gafas grandes oscuras, tacones altísimos y una enorme pamela rosa palo para, del brazo de un apuesto acompañante, que seguro sería mi marido, pudiera caminar por los lujosos salones del hotel. Llegaría de noche, en un descapotable espectacular, el portero de la recepción abriría la puerta del coche y cogería las llaves para aparcarlo. Si era ya tarde cuando subía a la azotea, la imagen de mi llegada al hotel era aún más vívida. Las luces de la noche madrileña me hacían soñar.

Atardecido, salíamos al cine. Vi con el primo Jorge "Las 24 horas de Le Mans" unas dos o tres veces. Recuerdo que cuando salí, miré mis zapatos merceditas y los ví más pequeños que al entrar. Miré mis manos, mis pies, mi ropa y todo lo veía minúsculo. Me parecía que la voz del primo Jorge tenía menos volumen. Era tan grande la visión y el sonido de la gran pantalla que el mundo se reducía durante unas horas, hasta el día siguiente. Llegábamos a casa, cenábamos mortadela (pequeña) italiana a la plancha, revuelto de ajetes pequeños,  en una mesa pequeña, de platos pequeños y dormíamos en una cama pequeña. Cuando me levantaba por la mañana, todo había vuelto a su tamaño normal... hasta la próxima película. 



Las 24 horas de Le Mans


Me gustaba Steve McQeen porque se parecía a mi tío Álvaro. La película me gustaba porque el primo Jorge decía que estaba muy bien hecha y que había que verla varias veces para ver los detalles y la fotografía. Además salía un actor bien guapo y el mundo me parecía enorme detrás de esa gran pantalla. 


La tía Luisa bebía en la comida vino blanco con agua de Lithinés. Nosotros también. Solía preparar algún día puré de patatas CON LECHE, algo que  yo detestaba, pero que había que comer. Nunca supe porqué.


Echo de menos a la tía Luisa, las tardes de cine, las visitas a los vecinos, los ratos de radio, al primo Jorge cantando la música de Mari Trini en francés, los paseos por Madrid, aquella mortadela de Bolonia a la plancha, la visión del Carlton y hasta el puré de patatas CON LECHE.

THE FIRST CUT IS THE DEEPEST

Cuando salió  este tema era el año 1967. La compuso el inigualable y, para mí, inolvidable Cat Stevens. 
Música de fondo en las fiestas de los 70, junto con Morning has broken y otras del mismo autor. 
Me sigue agradando su melodía.

Una versión del tema original, por Sheryl Crow:
Otra versión por Rod Stewart:

La melodía original cantada por Cat Stevens:

9/6/12

UN POCO DE TODO



Me acompañan estos primeros días de Junio...


Libro:





Una delicia para leer.


Música:
Una de cal y otras de arena. (Más abajo)





También:


:


Y que no falte Don Omar, en el coche...  para reírme, con mi hija. 





Hay que reconocer que tienen su puntito veraniego y que incitan a  bailar. 







Y con esta me parto de la risa. El tra, tra, tra... ¿Qué será?

8/6/12

UNA LUNA EN EL HORNO

Cuando Rebeca nació, todos se dieron cuenta que desprendía un olor especial, dulce y tierno, difícil de describir. El olor atraía hacia ella las miradas e incitaba a acercarse, a olerla y a estrecharla; a tocarla. 

Rebeca era como un bollito de leche, suave y esponjoso al tacto. Tan agradable a  la vista como su aroma: su carita era sonrosada, los ojitos risueños y sus labios finamente perfilados eran de un color rojo vivo. 
Como decían los mayores, daban ganas de comérsela. La abuela Celia fue la primera en darse cuenta de que era una niña diferente, no solo por lo dulce y tierno que era su olor.

Rebeca fue creciendo y seguía siendo el centro de atención: su aroma era inconfundible por donde pasaba. No era muy grande y sus ojos oscuros penetraban allá donde miraba como si de unos Rayos X se tratara. 
Lucía una melena cobriza (como el color de un bollito tostado) que lanzaba destellos al iluminarla el sol como ninguna otra y destacaba en su cara una sonrisa muy especial. 

La niña observaba  su alrededor, desde su universo dulce, tan diferente a ella. Imaginaba como sería no desprender ese olor empalagoso que a todos acercaba y acababa empachando. 
Tenía una atracción sobre los demás muy poderosa. Parecía que los brotes de aroma iban acompañados de una sensibilidad, un sexto sentido que atraía a la vez que sorprendía. 
Despertaba la envidia de sus compañeros de colegio pero solía estar a menudo en su dulce mundo rodeada de curiosos.
Imaginaba a otros niños y pensaba cómo se sentirían si les dijeran que parecían un chorizo o un queso, incluso una cabeza de ajos pelada, por el olor. Nadie se acercaría a ellos. 
Sin embargo el ser como un bollito de leche con cierto perfume a mantequilla azucarada, era atractiva e inquietante. La gente acudía a su lado pero acababa apartándose por empalagamiento. 

Música:
Wind of Change (Scorpions)

La abuela Celia, que fue la única en comprender el dulce misterio, falleció cuando Rebeca solo tenía once años. A ella solía acudir desde chiquitita porque la acurrucaba entre sus brazos y le cantaba muy bajito canciones tiernas, y de letras casi ininteligibles, que le transportaban a otras sensaciones y le hacían desprender otros aromas. 
Imagen de una luna: Viaje a la luna (Georges Melies)
Desde los once años, la abuela Celia acostumbraba a visitar en sueños a Rebeca. 
La niña soñaba que descansaba en una especie de horno con una base mullida,  que la protegía y conservaba en perfectas condiciones de temperatura; pero cuando miraba hacia arriba, observaba miles de estrellas y una enorme luna derretida que, con la cara de la abuela,  sonreía tiernamente. 

Una noche, después de muchas otras, la luna habló a Rebeca para explicarle que no la veía muy feliz. 
La abuela Celia, entonces, contó que quería que eso cambiase y que podía concederle un deseo.
Rebeca enseguida quiso decirle que quería dejar de ser un atractivo, oloroso y tierno bollito de leche pero contuvo la respiración y el pensamiento. Decidió reflexionar antes de elegir el deseo ...




Sobre deseos infantiles, ilusiones adultas y Georges Melies

6/6/12

SIN PRISAS

El verano cada vez me gusta más.

He ido evolucionando hacia otros intereses con el transcurrir de los años. Aprecio más la luz y el calor, los ambientes urbanos, la improvisación, disfrutar el momento, bailar con la mente, cierto tipo de música, siempre,  sin prisas:

Tema de Chris Coco


Hay personas que quizá no puedan conocer la trascendencia que su propia creatividad pueda tener. 
Me gusta lo que hace Chris Coco (downbeat-dub reggae). Precursor del estilo Chillout. 

Escuchándolo, una es capaz de transportarse al borde de una piscina, con el mar al fondo, gafas de sol, el martini cerca y, todo esto,  en buena compañía. 

Puedo imaginar una noche cálida y urbana en una terraza a muchos metros de altura, mojito o caipirinha en mano y arriba una inmensa luna rodeada de estrellas. Sin prisas

Es posible plantearse otro tipo de ritmo. Establecer prioridades y ser una misma. Sin prisas.

Bien, antes que mi vestuario prefiero renovar mi armario musical. Es sencillo si disfrutas, como yo, con la música. Me gustan muchos estilos, muchos, muchísimos: según el momento. 

Es cierto que el momento puedo cambiarlo con el tipo de música. De tal manera que la música y el momento interactúan. Uno tiene capacidad de modificar al otro casi de forma milagrosa. El sonido permite desplazarme hasta lugares insospechados, incluso, sentimentalmente. Es una especie de Skype o Face Time que te sitúa a miles de kilómetros emocionales o temporales. 

Qué decir de un libro. Y de una agradable lectura con música de fondo... 

De repente, hay millones de sensaciones y deseos, recuerdos y lugares que puedes recorrer sin desplazarte, tan solo con tu pensamiento. 
Necesitamos llenar la mente de ideas  nuevas, de ilusiones y de aprendizaje.

Hoy ha sido un día lleno de ideas nuevas, ilusiones y de aprendizaje. Disfruté visitando virtualmente lugares lejanos en cuestión de pocas horas; con la compañía de quienes quisieron pasar un agradable rato charlando conmigo, ya anochecido. 

Y hasta me he planteado escuchar Yachts ( A man called Adam Mix) en una playa como ésta, a miles de kilómetros... ¿será la Providencia

                            Bahia Agua dulce (Isla Providencia)


Todo ello, Sin prisas. :))


4/6/12

RAMIRO (II)

Ramiro quedó sumergido en el agua, bajo la lámina superficial, por tiempo indeterminado.

Descubrió que le atraía disfrutar de las casas vacías y de las bañeras llenas de agua muy caliente, a punto de derramarse. Morir ahogado, y en soledad,  le atormentaba.


Por ese motivo, decidía darse pequeños momentos de incertidumbre, elegidos por él mismo, que agitaban su corazón y removían todas sus vísceras. Una mezcla de miedo y de euforia.
Al primer contacto con el agua, recordaba  aquel día que, de la mano de su padre, con apenas un año, resbaló y quedó en la orilla del río, boca abajo, con los ojos abiertos viendo las piedrecitas que inánimes le observaban. Quedó bloqueado, sin poder respirar.
Alguien lo sacó después de un periodo que le pareció interminable.
Lo marcó tanto que amaba y odiaba el agua por igual. Quedó para siempre en su retina ese instante eterno, la transparencia del agua  y límpida visión de las piedras, los reflejos del sol.


Dentro de la bañera, en un edificio de viviendas, al contener la respiración,  escuchaba las conversaciones de otros. Poco a poco, iba cesando la agitación interna y el fluído le permitía relajarse y quedar flotando. Podía entrar en contacto con su yo más profundo.


Consciente de ser un ser lleno de miedos, repasaba uno por uno, todos los temores que debía ocultar cada día para vivir una apariencia de normalidad, de seguridad cotidiana. 


Cuando las tensiones y la contención lo superaba, hacía el ejercicio de inmersión: un alarde de valentía, que acababa convirtiéndose en su salvación.
Enumeraba todos sus frentes por resolver: su miedo a la traición, al engaño, a la deslealtad, al abandono; su angustia a dejar cada mañana su casa, su fobia a volar, la intranquilidad de la oscuridad. Descubría cómo los aspectos novedosos que podían asomar a su vida lo desconcentraban y lo convertían en un individuo débil.
Todos esos pensamientos iban colándose por sus poros llegando a formar parte del agua. 
Al acabar de diluírse, volvía a recomponer todo su yo, empezando desde dentro y terminando por todas las partes de ese enorme cuerpo que lo constituía. 


"Somebody That I used to know".


En  ese proceso final, solía aparecer Alba. Ella formaba parte indisoluble y no resuelta de su propia alma, de su mente, de su yo: "Somebody That I used to know".
Podía sentirla dentro de sí mismo como parte de él pero era incapaz de permanecer a su lado. Era una atracción tan fuerte la que sentía por ella que despertaba sus temores. 


Alba aparecía, una y otra vez, en sus inmersiones, flotando dentro y fuera, convirtiéndose en un fantasma, en un asunto que ni si quiera podía calmar disolviéndolo en el agua. Podía oír su atractiva voz, podía sentirla. 


Alba, sabía bien, tenía otra densidad.