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Meseta Castellana
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20/12/07

LA AVENTURA DEL AEROPUERTO



Cosas de la T4...




"Viajar en avión no forma parte de mi rutina habitual y, por eso, no deja de ser una pequeña aventura; incluso el proceso que finaliza en el preciso momento del despegue. La expedición comienza días antes con los preparativos, los cuales pueden ser de dos tipos: el primero incluye todas las tareas que deben quedar terminadas o resueltas antes de la partida, y el segundo, aquellas que tienen relación directa con el objeto final del viaje.


En mis recientes expediciones, uno de los últimos destinos intermedios ha sido la terminal cuatro del Aeropuerto de Barajas en Madrid. Para aquellas personas que viven fuera, acceder a lugares determinados de la capital a través del entramado de carreteras y radiales que comunican puntos distantes de la misma no deja de ser toda una odisea.
La primera fase del trayecto concluye, una vez superada esa dificultad inicial, al llegar al módulo de aparcamiento inteligente.

Una vez en la terminal, procedes a facturar el equipaje en el mostrador de la compañía aérea, lo que supone un receso en la expedición, y el comienzo de otra de las etapas anteriores al despegue.
La terminal cuatro es una inmensa nave o carpa, que induce a pensar en el auténtico significado de la palabra “distancia” definida por el diccionario de la RAE como “espacio o intervalo de lugar o de tiempo que media entre dos cosas, diferencia, desemejanza notable entre unas cosas y otras, alejamiento, desvío, desafecto entre personas, longitud del segmento de recta comprendido entre dos puntos del espacio (…)” Desde mi punto de vista, todo ese cúmulo de adjetivos es de aplicación a dicha terminal.


Superado el arco de control y revisado el equipaje de mano, me dirijo hacia la puerta de embarque, que se encuentra al final de un recorrido compuesto de pequeñas etapas secundarias.
He de descender varias plantas con el fin de tomar la llamada lanzadera, pequeño tren compacto que desplaza a los viajeros por el túnel que conduce a la puerta de embarque. De nuevo, al atravesar las puertas automáticas del vagón, la idea que nos sugiere la palabra “distancia” toma cuerpo, forma y espacio: escaleras mecánicas ascendentes se despliegan ante nuestros ojos, espacios sin horizonte visible nos hacen empequeñecer, bandas mecánicas horizontales desplazan a los diminutos viajeros por la inmensa carpa, la cual, al alejarnos de todo punto conocido, nos acerca al esperado destino.


Alcazando el objetivo de la última etapa, el tiempo se torna infinitamente pequeño, y la distancia extremadamente grande cuando, al final de este trayecto, atisbamos, allá en la lejanía, la anhelada puerta de embarque … a punto de cerrarse."

...

Ayer tuve la oportunidad de pasear por la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid - Barajas. En el trayecto desde mi casa hasta la Terminal, estuve circulando a 10 km/h durante treinta minutos porque: cortaron la circulación del carril derecho de la autovía a lo largo de varios kilómetros y, al mismo tiempo, una megacosechadora que circulaba en ese tramo, acabó presidiendo la comitiva que se formó.
Recordé el “relato”, ya escrito, (que precede) sobre las expediciones al aeropuerto (premonitorio). Viajar en avión es una aventura aunque lo consideremos algo habitual; llegar hasta el avión también lo es.

Como anécdota (la segunda) del día: el trayecto que hice en taxi a las diez de la noche desde la avenida de América hasta la T4. Todavía me estoy riendo...


Un aparatoso accidente había colapsado las vías de salida y me encontré en el carril del centro, (si no, me hubiese bajado), dentro de un taxi que conducía un tipo singular y extraño. En pleno colapso, bajó del coche y estuvo cogiendo cosas del maletero. Me ofreció chupa-chups, según él, para endulzarme la vida.


Me contó que estaba dejando de fumar, aunque sin reparo, en una mano sostenía el caramelo con palo y en la otra un cigarro. Cada cierto tiempo, sacaba la cabeza por la ventana y escupía diciendo que esos atascos le ponían cardíaco... o no (se lo pensó). Amparado por las circunstancias que propiciaban una presa fácil (o sea: yo), fue desgranando su teoría sobre “el delicado equilibrio de licencias de taxi en cualquier capital del mundo” que ha inventado e inscrito en el registro de la propiedad intelectual, antes de haberlo depositado en manos de Dña. Esperanza Aguirre.


Su discurso iba salpicado de improperios, dirigidos a todo y a todos, a razón de uno cada tres palabras. En realidad, me dijo, era un ingeniero de telecomunicaciones, que ya harto de ese mundo de tecnología, se había convertido en taxista hace nueve años. A punto de llegar a mi destino, después de explicarme su teoría, su fracaso matrimonial por sus (¡ojo!) ataques de ansiedad, sus juergas con un cubano que vive de las mujeres, sus buenísimos contactos (gente influyente) conseguidos en su taxi, se giró hacia mi y preguntó: — ¿Tu entiendes de tecnología y negocios? ...
¿Sería yo su próximo fichaje? :-))

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tal vez, mi querida Silvia, tal vez, no te fies demasiado de ese hombre, ¡ja-ja-ja-ja!

Fuera de broma, creo que los taxistas del mundo, en general y con algunas salvedades dignas de mencionarse, son personas altamente estresadas, y por lo tanto, susceptibles de ser violentas (en la calle o en su casa, da igual).
En México, "no cantamos mal las rancheras", es decir, no cantamos victoria porque estamos muy mal en estos servicios.
Para empezar, en la ciudad capital abundan los "taxis ecológicos", que de ecológicos no tienen nada, salvo el color verde. Son taxis que se pusieron "de moda" hace veinte años (o más); son autos VW sedán(los de "bolita" o los llamados "vochos" o "beatles"), que son modelos "del año del caldo" y están en muy malas condiciones. Además, a los señores taxistas les ha dado por retirar el asiento delantero del copiloto, supuestamente para facilitar las subidas y bajadas de la clientela; pero esto es muy peligroso, ya que normalmente el pasajero "va suelto" en el asiento trasero por falta de cinturones de seguridad y esto, sumado a la ausencia del asiento delantero, es una bomba de tiempo, por la nula protección en caso de un impacto. Pero parece que eso es una cosa nimia para los policías de tránsito que "se hacen de la vista gorda".
Por otra parte, y por si esto no fuera suficiente, existen los llamados "taxis piratas", es decir, son taxis... ¡disfrazados de taxis! Escuchó usted bien. Son taxis que no tienen los permisos legales para circular como tales, pero eso parece que tampoco importa demasiado. Sólo es cuestión de que usted se anime a pintar su "vochito" de color verde, de rotularlo con las leyendas y los números correspondientes y... ¡ya está! Usted tiene su propio taxi instantáneo, recién horneado y reluciente. Dizque por la falta de fuentes de empleos, todo mundo puede hacer y deshacer a su gusto, sin necesidad tramitar permisos y pagar impuestos. Claro, eso sí, tarde o temprano tendrá usted que "rendirle cuentas" a alguien más: una de tantas organizaciones mafiosas que sí han obtenido la "anuencia" de una que otra autoridad corrupta.
Si esto no fuera cómico, sería trágico. Y lo es. Se han cometido infinidad de delitos y crímenes adentro de estos "tacsis". Y sin embargo, continúan circulando por las calles de México...
Una de las recomendaciones, para evitar tomar decisiones riesgosas de esta categoría, es la de no coger taxis en la calle. Suena ridículo, pero así es. Segundo, no coger un taxi que no tenga matrícula de taxi. Otra locura, pero así es. Tercero, evitar coger los taxis cuya matrícula empiece con la letra "L", es decir, de "Libres"; es preferible hablar por teléfono a la estación de taxis de su preferencia y solicitar el servicio directamente. De ahí, le enviarán un taxi cuya matrícula comenzará con la letra "S", es decir, de "Sitio". Inaudito. Sí, así es.
Y por último, si usted va a viajar por avión, es mejor que solicite los servicios de la empresa especializada de "taxis del aeropuerto", que irá a recogerle hasta su domicilio (o lo llevará hasta él). Son más limpios (choferes y vehículos), puntuales, confiables y... más caros, por supuesto. Pero vale la pena.
Bien, y no se diga de los taxis de los sitios turísticos, sobre todo, los de los destinos de playa. Son abusivos, en general, y también son mafias bien organizadas.
Y, ¿qué me dice de los llamados "maleteros del aeropuerto"? Ah, ese es otro tema. Pero lo dejaremos para más adelante. Por ahora es más que suficiente. No nos amarguemos el espíritu navideño. Je-je-je-je.
Me despido, no sin antes cantar a los cuatro vientos: ¡SALUD!
Que el año nuevo, 2008, sea bueno para todos nosotros y... ellos. ¡Lo mejor y sólo lo mejor!
Claudia

Anónimo dijo...

Has desperdiciado una oportunidad, podrías entrar a formar parte de un mundo de negocios ( el archiconocido taxibusiness).

El tema de los taxistas en México merece capítulo aparte.
Hero

Ivana Diaz Otero dijo...

juasjuasjuas Los mejores taxistas del mundo son los madrileños, sin duda. Las anécdotas posteriores no tienen ni punto de comparación y lo dice una que, hasta hace poco, vivía entre aviones y taxis. Ahora sigo la penitencia de los aviones, pero ya no semanalmente, lo cual es de agradecer... Pero, con todo, la T4 para mí es una de las mejores terminales internacionales que conozco. Está bien señalizada y, pese a las distancias inmensas, bien comunicada y, al final, ¡siempre llegas! :-D